Formación en valores para futuros profesionales en derecho
Este es el tema que desde tiempo atrás tenía en el tintero por sugerencia de un grupo de estudiantes de la Universidad Cooperativa de Popayán. Me había demorado en tratarlo porque no resulta fácil hablar de la relación entre derecho y valores sin caer en lugares comunes o sermones fáciles. Los estudiantes de derecho de todo el país tienen profundas inquietudes sobre el ejercicio ético de la profesión de abogado y no parece que las facultades o la profesión misma estén respondiendo adecuadamente a esa sentida necesidad.
Tan sólo para abrir la discusión, quisiera advertir a los estudiantes de derecho sobre algunos de los dilemas éticos fundamentales que enfrenta el abogado en su quehacer profesional. Les ofrezco, pues, un decálogo preliminar de preocupaciones éticas que deberían ser tenidas en cuenta:
Máxima No. 1: Los buenos también pecan.
No solo personas “malas” cometes actos anti-éticos. El abogado ordinario cede a tales actos cuando, por alguna razón, se acalla en su conciencia el reclamo ético. La forma en que más comúnmente se acalla en la propia conciencia el reclamo ético es cuando del acto anti-ético se derivan consecuencias claramente favorables para el abogado (como, por ejemplo, más ingresos). Entre más favorables sean esas consecuencias, mayor laxitud se adopta frente al comportamiento anti-ético.
Máxima No. 2: Disocia el prestigio social del comportamiento ético.
La “honorabilidad” de alguien, entendida como su estatus o prestigio, no es una cualidad que se relacione directamente con la naturaleza ética de su actuar. Con frecuencia se admira el brillo del estatus, pero se requiere de una mirada más atenta para admirar en el otro la valentía y el riesgo del comportamiento ético.
Máxima No. 3: La paga es peligrosa.
En el mercado jurídico, los comportamiento éticamente más cuestionables se pagan mejor… Y entre mayor paga, más alto el riesgo de acallar en tu propia conciencia el reclamo ético.
Máxima No. 4: La inteligencia es peligrosa.
En el mercado jurídico, los abogados más competentes y preparados se cotizan mejor. Si unes esta máxima con la anterior, tendrás una combinación explosiva…
Máxima No. 5: Un área del derecho es también un mercado.
Ahora, mientras eres estudiante, estudias las ciencias del derecho penal, del derecho laboral y del derecho comercial (entre otras muchas). Cuando las practiques, descubrirás que son también mercados. Descubrirás entonces que los abogados pueden terminar teniéndole mayor lealtad al mercado que a la ciencia. Es más: sus opiniones, teorías y doctrinas pueden tener el efecto de desmejorar la ciencia mientras ensanchan o mejoran los mercados.
Máxima No. 6: El litigio es también un mercado.
Ahora, mientras eres estudiantes, estudias el proceso como forma de solución de conflictos. Cuando litigues, descubrirás que el litigio es también un mercado del cual el abogado genera su sustento. Descubrirás entonces que los abogados pueden terminar teniendo mayor fidelidad a la estabilidad de sus ingresos que a los clientes que representa. Quizás obre en su interés mantener el conflicto en vez de solucionarlo.
Máxima No. 7: No todos los principios son ponderables.
En derecho constitucional has aprendido, y con razón, que los principios jurídicos son ponderables. No traspases esta teoría a cuestiones éticas: los “principios” del comportamiento ético tienen una naturaleza distinta y cuando se “ponderan” usualmente se hace frente a bienes cualitativamente distintos (como los ingresos personales) que no tienen suficiente peso para menguarlos.
Máxima No. 8: Lucha por tus principios éticos.
Los jóvenes deben ir adquiriendo experiencia y entrenamiento en la profesión. Pero la experiencia y el entrenamiento no implican una atenuación progresiva de los principios éticos. En ética, la mayor experiencia se llama “prudencia”, no “cinismo”. La aceptación social del acto anti-ético no cambia su naturaleza. Lucha, pregunta, cuestiona…
Máxima No. 9: Fija tus principios temprano en la vida.
El perfil ético de una persona se forma temprano. Entre más temprano se forje ese carácter, más sólido será. La aceptación de comportamientos anti-éticos mina el carácter, y una vez establecido el precedente es difícil echar marcha atrás.
Máxima No. 10: La mega-máxima.
Los abogados no somos necesariamente sacerdotes de la justicia. Como gente corriente, nos halaga el estatus social y aspiramos a obtener el ingreso necesario para mantenerlo. Nuestros intereses personales pueden estar en oposición a los intereses del cliente, a los del mismo derecho o a los de la sociedad. Examina críticamente esta oposición de intereses, establece principios éticos firmes desde temprano y lucha activamente por su realización en la vida profesional.
Esta foto fue tomada por Ben White y la encuentran en Unsplash