El ojo de Dios: reflexiones sobre fútbol y teoría del derecho
¿Qué tal tener un sistema normativo completo (con sus derechos, prohibiciones, faltas y castigos) donde Dios estuviera viendo todo el actuar humano desde todas las perspectivas y que él directamente pudiera tomar las decisiones como juez?
Ya podemos evaluar tal situación porque “Dios” ha bajado del cielo y llegado a los campos de fútbol. El VAR cambia dramáticamente la dinámica del fútbol. Para que se hagan una idea, hasta anoche se habían jugado 10 partidos de la Copa América con 11 jugadas relevantes para el marcador modificadas por el VAR. ¡Más de una jugada por partido con modificación relevante! Venezuela ha recibido cinco goles y todos han sido anulados, cuatro de ellos con intervención del VAR. En un solo partido se le anularon tres goles a Brasil.
La primera reacción parece ser de aceptación generalizada. Rafael Dudamel, técnico venezolano, lo expresó con mucho entusiasmo: “¡Que viva el VAR! Dicen que fuimos beneficiados, pero en otras ocasiones fuimos perjudicados”. En la otra orilla, Tité, de Brasil, se mostró generoso y ecuánime: “Fue justicia, no tengo absolutamente nada que reclamar”. O Globo afirmó en su análisis deportivo que “por la letra fría de la ley, el 0-0 fue justo, pero muy frustrante por la expectativa que el equipo de Tite pudiese, cumpliendo las reglas, alcanzar la segunda victoria en el torneo”.
“La letra fría de la ley”, dice el analista: antes en fútbol se hablaba de penaltis y offsides “técnicos” que nadie cobraba, aunque fueran objetivamente falta a las reglas. Un par de ejemplos: el jugador que está infinitesimalmente en offside o las manos y faltas sutiles y veloces en el área que ni los atacantes reclaman. Con el VAR parece que desaparecerán estas faltas “técnicas”. En la última Copa Mundial de Rusia hubo récord absoluto de penaltis cobrados: ¡29, con un aumento de 11 en el mismo número de partidos! Con el ojo de Dios, según parece, hay menos impunidad. Pero no perfecta consistencia: por alguna razón, los empujones, bloqueos y tropezones en el área cuando hay tiros de esquina siguen siendo faltas “técnicas”. El VAR no ha descubierto cómo hacer justicia perfecta allí.
Pero no se crea que el VAR legitima, en su conjunto más goles: el mayor número de penaltis pitados se nivela con los goles anulados por fuera de lugar. Con todo, el ejercicio me parece que ha revelado que las reglas más problemáticas, donde cabe más espacio para la interpretación, son cuatro: ¿hubo o no hubo offside?, ¿hubo o no hubo mano?, ¿hubo o no hubo falta? y, finalmente, ¿cuál fue la severidad de la falta (para tomar “medidas disciplinarias”)? Ojalá yo pudiera como profesor de Derecho decirles a mis estudiantes cuáles son los principales 10 problemas jurídicos del sistema.
Pero la naturaleza de estos cuatro “problemas jurídicos” muestra que el fútbol es fuertemente interpretativo, a pesar de todo el esquematismo y sencillez de sus reglas de juego. No es como el tenis, donde el principal problema es decir si la bola estaba “in” o “out” de una línea. Allí el ojo de Dios (“Hawk eye” lo bautizaron allí) amenaza, de verdad, con traer justicia absoluta.
Según Werner Helsen, el científico que el año pasado mostró la evidencia para que la International Board aprobara el VAR, la precisión en la toma de decisiones aumentó con el VAR 5,8 %, para ser del 98,8 %. Ese 5,8 %, empero, está muy bien distribuido entre todos los partidos jugados y envuelve decisiones cruciales que afectan el resultado. Por ello, según la misma investigación, con el VAR solo se comete un error garrafal cada 19 partidos; sin el VAR, hay uno de ellos cada tres partidos. El 5,8 % es un porcentaje aparentemente marginal, pero causa un cambio dramático en el juego. De estos datos, yo hago inferencias: los árbitros, sin VAR, son muy precisos en la toma general de decisiones, pero son muy malos en la toma de decisiones cruciales. ¿Será lo mismo en el Derecho? ¿O son todas cruciales? Esto sugiere otra vía de investigación para la distinción hartiana entre casos fáciles y difíciles.
El VAR trae otros cambios a la práctica social del fútbol: ahora es fútbol y drama, y todo por la misma boleta. ¿Qué tal lo que sentimos los hinchas en ese par de minutos de la revisión del VAR? Y más interesante: ahora se canta el gol de forma cauta, con miedo. Y aún más interesante: se celebra el gol por partida doble cuando se hace y, luego, cuando se valida. Es cierto que el VAR le quita algo de dinámica al juego, pero le añade mucho drama adjudicativo. Y a los árbitros: yo me imagino que ellos se quedaban pensando si se habían equivocado en una jugada o quedaban convencidos que la habían juzgado correctamente. Ahora la voz de Dios les susurra en el oído: ¡Check! ¿No sería maravilloso tener ese mismo sistema cuando frente a nuestras certezas y dudas en nuestro actuar moral y jurídico?
Pero, no, no tenemos VAR en el Derecho o en la vida cotidiana. Quedamos con dudas o sin dudas y seguimos la vida. En ese mismo momento, en tiempo real, nadie nos llama a decir check. Nadie podría en realidad. Las reglas del Derecho no son como las del fútbol, ni esquemáticas ni sencillas. La complejidad del Derecho es inmensurable frente a los cuatro problemas básicos de juzgamiento del fútbol.
Y más aún, el VAR nunca cambiará la verdadera práctica social del fútbol, aunque afecte su práctica competitiva y comercial: la inmensa mayoría de partidos de fútbol que importan en la vida, como el que juega mi hija Giulia con sus amigas, no serán juzgados nunca por el ojo de Dios. Aunque Dios esté allí presente, más que nunca, en las risas de esas niñas…